Os voy a contar una historia preciosa, una con moraleja: Si vas de graciosete por la vida puedes acabar frustrando los primeros pasos de tu carrera como autor. Ya te aviso de que aquí hay mucha tela que cortar, así que, si te apetece seguir leyendo, pilla unas palomitas (las vas a necesitar) y ponte cómodo.
Corría el final del año 2012. Mi hija Martina acababa de nacer, y sufría un pequeño trastorno denominado cólico del lactante. Los que conozcáis qué significa ya os habréis echado la primera palomita a la boca. Para los que no tengáis ni idea, el cólico del lactante es, según Wikipedia, «un trastorno típico de los primeros meses de vida que se caracteriza por un llanto intenso y prolongado sin causa aparente».
Mi hija lloraba. Lloraba mucho. «Cómo canta», me decía un vecino. Pobre. Y claro, dormíamos poco. Además, el tiempo que no lloraba, dormía sobre nosotros. Simplificando: los primeros tres meses de la vida de Martina fueron un infierno.
Cuento todo esto porque en aquella época tenía demasiado tiempo para pensar (mientras la niña me bloqueaba quedándose dormida encima de mí, impidiéndome hacer otra cosa). Y entonces, vi la luz. Tuve LA IDEA.
Pensé en crear una serie de libros bajo el título “Grandes obras de la literatura con una sola vocal”. Así fue como nació La Bablaa.
Básicamente conseguí una versión de La Biblia en formato word y con un poco de esfuerzo (no lo olvides, tenía un bebé encima) conseguí reemplazar todas las vocales y convertir el archivo en un formato digital.
La idea me pareció tan absurda y divertida que me lo tomé muy en serio, y creé toda una serie de parafernalias a su alrededor.
- Una cuenta de Twitter: @labablaa
- Automaticé 100 tweets con citas famosas de la biblia, pero con la «a».
- Un pseudónimo con el que trabajar: Julian Derground (reconocedlo, es un pseudónimo genial), junto con su cuenta de twitter.
Entonces pensé que debía publicar el libro de verdad. Estaba tan subidito que creí que sería el regalo perfecto. «La Biblia con la a, jo, jo, jo». Qué risas. Creo que a veces necesito hacer más caso a la gente que me dice que pare.
Creé una cuenta en Amazon Kindle a principios de 2013, y publiqué el libro, no sin antes preparar una buena sinopsis:
«Alabad la santa bablaa. La llamada palabra sagrada a ráfagas saldrá para amamantar almas. Aznar la avala. Amán!»
Poco después, y muy crecido por los comentarios de dos o tres personas que me animaban a seguir siendo idiota, “traduje” La Bablaa al inglés (Tha Hala Babla) y la puse a disposición de mis lectores angloparlantes. De aquí al estrellato.
Pero la cosa no quedó ahí. Después de la «a» vino la «e». ¿Qué elegí? La constitución española, o mejor dicho, Le censteteceen espeñele. ¡Sublime! ¿Y a que no sabéis qué hice? ¡También la publiqué!
Pronto el bajón llegó, y a pesar de que las vocales son cinco, yo llevaba dos y un éxito más bien nulo. Nunca he sabido tener paciencia. Había conseguido alguna venta, pero más de amigos y conocidos que otra cosa. La vida volvió a entregarme poco a poco la normalidad y esto se fue apagando.
Un par de meses después me picó el gusanillo de nuevo y trabajé en una tercera obra, que nunca vio la luz. ¿Su nombre? Jurussuc Purk.
Esta historia se paró en abril de 2013, más o menos. En alguna ocasión la recordaba, miraba los archivos que aún conservaba, y me reía. Está bien, hice algo divertido, al menos para mí.
¿Y por qué te cuento todo esto? Verás, hace un par de semanas me levanté con el susto en el cuerpo, lo cuento aquí: https://launicaverdad.com/mi-cuenta-de-amazon-kdp-ha-sido-eliminada/
Durante las dos últimas semanas, he sido la persona más pesada sobre la faz de la tierra, pero finalmente he podido hablar con alguien de Amazon. Alguien con responsabilidad al otro lado del charco, y después de analizar mi caso, me ha dicho lo siguiente:
Hemos decidido que su cuenta permanezca cerrada y sus libros sigan sin estar a la venta en Amazon. Creemos firmemente que su cuenta está relacionada con una cuenta que ya hemos cerrado. Por lo tanto, no reactivaremos su cuenta.
Recuerde que, según nuestros Términos y condiciones, no está autorizado a abrir más cuentas nuevas y, en el caso de que lo haga, no recibirá el pago de futuras regalías de ninguna de ellas. Le comunicamos que esta es nuestra decisión definitiva.
Al principio me acusaron de “intentar manipular la tienda Kindle”, y ahora me dicen esto. Otra acusación distinta, sí, pero mientras que con la primera no tenía ni idea de lo que me decían, esta me hizo pensar. Tras unos minutos sin entender lo que leía, me vino toda esta historia a la cabeza, y entonces fui consciente de que sí que había un motivo para cerrar mi cuenta. Amazon KDP no te permite tener dos cuentas. La cuenta con la que había publicado La Bablaa, estaba cerrada, y la cuenta con la que publiqué La única verdad fue una cuenta nueva.
Aun así, todavía me quedaba un as en la manga: dar pena. Les mandé un email melancólico. Uno en el que les hablaba de una exitosa carrera truncada por una absurda broma. Les imploré que empatizasen con mi situación. Casi les mandé un gif mío llorando. Pero no funcionó. Esa gente está entrenada, son insensibles al dolor y nunca me contestaron. Podía haber entrado directo al spam, o que de la emoción, el receptor de mi email pulsara el botón de eliminar con su temblorosa mano, justo antes de secarse las lágrimas. Para asegurarme, días después les mandé otro. Si en el primero había dado un poco de pena, aquí les puse el culito en pompa: «Hacedme lo que queráis». Tampoco respondieron. Entendí por tanto su silencio, asumí que recuperar mi cuenta era imposible, me acurruqué en una esquina y lloré como una Magdalena.
Así que esta es mi historia. No puedo publicar en Amazon. Las risas del pasado son las penas del presente. Aunque he puesto la novela a vuestra disposición en un montón de puntos de venta, soy consciente de la pérdida que esto supone.
Escribir estas palabras me han liberado. Llevo sabiendo esto desde hace 3 días, pero no he tenido las fuerzas para derramarlo hasta hoy. Ahora riámonos juntos.
¿Te quedan palomitas?